miércoles, 16 de mayo de 2007

El derecho de los demas y la lucha no-violenta

La creciente ola de manifestaciones y cortes de ruta en Argentina, e inclusive los paros sindicales han sido motivo del siguiente planteo: ¿Es legítimo afectar a otros al reclamar por un derecho propio? ¿Es legítimo cortar una calle o una ruta o para el transporte, lo que afecta el derecho de las demás personas a circular libremente?
Sí, es legítimo.
Antes hablábamos del individualismo y la competencia en la sociedad, de cómo sin darnos cuenta éramos verdugos de nuestros hermanos por la sencilla razón de que formamos parte de una gran maquinaria que escupe gente al pozo de la marginación. Ese mismo individualismo lleva muchas veces a que los que aún están dentro del sistema, los que aún tienen trabajo, se olviden de las penurias que pasan los marginados y los vean casi como enemigos porque al manifestarse por sus derechos entorpecen el tránsito. ¿Y qué pretenden, que la gente marginada proteste desde su casa o eleve un simple petitorio escrito al gobierno reclamando trabajo?, si fuera tan sencillo, si se atendieran sus reclamos de manera tan simple, los primeros interesados en dejar de cortar rutas y calles serían los propios manifestantes.
Hay que diferenciar entre el derecho individual de cada persona y la posibilidad que tiene de ejercerlos dentro de un sistema social. Cuando un sistema funciona, cuando se puede circular por las calles, cuando se busca trabajo y se encuentra, cuando se tiene hambre y se come, cuando se está enfermo y se tiene atención médica digna, cuando se es viejo y se percibe una jubilación adecuada, entonces quien altera el normal funcionamiento de esa sociedad podemos suponer que está atentando contra los derechos de los individuos. Pero cuando un sistema funciona para unos pocos y margina al resto, es el sistema el que no funciona, y todos somos responsables, ya sea por votar a un gobierno que no atiende las necesidades de los marginados, ya sea porque no nos importa la suerte de los demás o la nuestra misma. ¿Cómo podemos exigir que nuestros derechos sean respetados si no nos preocupamos de que se respeten los mínimos derechos de los demás?
Semejante desentendimiento, semejante falta de solidaridad lleva a una peligrosa división social y genera resentimientos que llevan a la sociedad a una suerte de guerra civil encubierta. ¿O qué es la creciente ola de delincuencia y de violencia sino un rechazo a una sociedad diferente?. Hoy la delincuencia ya tiene su propia sub-cultura, su música, sus códigos, sus mártires, sus simpatizantes y hasta sus santos. Y este proceso de todos contra todos lleva a la sociedad al caos.
¿Pero acaso la semilla del caos no la impuso el liberalismo económico cuando dijo: “sálvese quién pueda”? Bueno, cada uno hace lo que puede en esta lucha de todos contra todos y allí están las consecuencias.
Basta de hipocresías.
Ocupémonos de reconstituir el tejido social, seamos solidarios con las necesidades de los demás y veamos claramente quien es el enemigo: la banca y el poder económico mundial. Ellos se llevan la torta para hacernos pelear entre nosotros por las migajas.
En la lucha no violenta en democracia es imprescindible trabajar para organizar a toda la sociedad, a los marginados y a los que aún no lo son.
¡Están exterminando a un tercio de la raza humana y el mundo sigue andando!
¡Hay que para el mundo!

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