Para quienes consideramos a todo tipo de violencia como repudiable, nos resulta claro que hay una sola vía de resolver los conflictos, sin embargo aún para aquellos que tienen dudas sobre la eficacia de la no violencia, o interpretan que el uso de la violencia es una suerte de castigo a los opresores cabría aclararse los objetivos.
La pregunta correcta no es ¿Tenemos derecho a ejercer acciones violentas contra quienes nos oprimen?
La pregunta correcta es ¿Terminaremos con la violencia y la opresión mediante el uso de la violencia?Y la respuesta es NO.
La complejidad de la organización social actual y el enorme poder que tienen los que dominan, hacen que cualquier acción violenta por parte de los oprimidos genere una reacción mayor que termina por aplastar y disgregar a quienes se rebelan.
Si lanzas una piedra responderán con una bala.
Si lanzas una bala volverán con un tanque.
Si consigues un tanque enviarán los aviones.
¿Qué hacer entonces, quedarnos quietos?
De ninguna manera, pero debemos salir del juego de acciones y reacciones en el que siempre ganarán los violentos.
Precisamente los poderosos son tales porque tienen el manejo de la fuerza bruta; pretender desafiarlos en ese terreno no tiene sentido, a menos que el objetivo sea demostrar hombría, o pasar a la historia como mártires de una revolución inconclusa. Pero si el objetivo es llevar adelante una verdadera revolución, no que se declame sino que se realice, entonces debemos usar la fuerza de la inteligencia y la organización que son recursos al alcance de los oprimidos: “si debes enfrentar a un campeón mundial de boxeo, no subas al cuadrilátero, hazlo sentarse frente a un tablero de ajedrez”.
La fuerza bruta no es un recurso al alcance de los oprimidos sino de los opresores. Pero en la debilidad de los oprimidos radica su verdadera fuerza, la fuerza del espíritu, la fuerza de la inteligencia, la fuerza de la organización. Pero esto hay que desarrollarlo, no es tan espontáneo. Lo espontáneo suele ser la reacción violenta del torpe o la pasividad del cobarde, y ambas son suicidas.
Hay quienes creen que la violencia, si bien no alcanza para derrotar en una primera instancia al opresor, sirve para debilitarlo y desestabilizarlo. Sin embargo la experiencia demuestra que cuando se logra una desestabilización enseguida llega una fuerza mayor a poner orden y aumenta el autoritarismo y la represión. Muchos golpes militares han justificado su intervención ante la sociedad con el pretexto de terminar con la desestabilización y el caos.
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