jueves, 17 de mayo de 2007

La violacion de los derechos humanos en democracia

Desde luego que son muchos los casos en los que en plena democracia se violan derechos fundamentales a través del encarcelamiento, la tortura y la muerte. Pero no nos referimos a esos derechos que se violan clandestinamente, ya que una democracia jamás aceptaría que semejante realidad se difunda porque sería incompatible con el sistema y su imagen pública. Hablaremos de aquellos otros derechos humanos que a pesar de formar parte de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, pocas veces son considerados como tales: el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a una vivienda digna. Estos derechos que continuamente son negados y violados con total desparpajo dentro del marco de la legalidad.
Si le preguntáramos a alguien si un gobierno elegido democráticamente, puede violar los derechos humanos, la respuesta inmediata sería que no, pero a veces esos límites no están tan claros, como no lo están los derechos.
Por ejemplo, si en un país donde existen odios raciales ganara las elecciones democráticas un partido que representa a una de las razas y en su plataforma propone reimplantar la esclavitud para la raza perdedora, es para todos evidente que semejante propuesta no puede ser legitimada por el simple hecho de tener el aval del voto mayoritario. Si el partido gobernante insistiera en convertir en ley la reinstauración de la esclavitud, dicha norma sería legal pero no sería legítima porque viola el derecho a la libertad de las personas, y en ese caso los ciudadanos que se ven perjudicados por dicha ley tienen todo el derecho a rebelarse contra su implementación.
Este ejemplo sobre la violación de un derecho humano que hoy nos resulta tan evidente, no resultaba tan evidente hace escasos dos siglos, para una humanidad que había considerado a la esclavitud como una institución legítima durante miles de años. Hoy la visión retrospectiva convierte en imprescindibles usos y costumbres que en otra época, no tan remota, eran lo dado, lo normal, lo aceptado.
¿Cuántas cosas que hoy aceptamos como lo normal, les resultarán incomprensibles a nuestros nietos?
¿Acaso la aceptación de que la convivencia entre la opulencia de unos pocos y la miseria de muchos es lo correcto porque así lo establecen las reglas del capitalismo?
¿Acaso la aceptación de la fatalidad de que haya niños que mueren por causas previsibles, mientras políticos faranduleros llenan las tapas de las revistas de moda?
¿Acaso la contradicción de una democracia formal mediante la cuál el pueblo elige para gobernar a quienes al minuto siguiente detesta?
¡Cuántas cosas que hoy nos pasan y que vemos como fatalidades algún día se verán como lo que son: violaciones de derechos disfrazadas de “usos y costumbres aceptados”!
Porque si hoy alguien golpeara en nuestra casa y nos comunicara que somos esclavos e intentara encadenarnos, seguramente nos rebelaríamos con todas nuestras fuerzas y recibiríamos la ayuda de nuestros vecinos y amigos ante semejante atentado; y si alguien nos pretendiera obligar a casarnos con quien no queremos o a votar por quien no deseamos, seguramente también nos rebelaríamos.
¿Por qué entonces no nos rebelamos cuando no se nos trabajar para mantener a nuestra familia, o cuando no tenemos una casa donde vivir o cuando estamos enfermos y no tenemos atención adecuada?
¿Por qué creemos que estamos pidiendo un favor cuando reclamamos por algunos de nuestros derechos humanos, y hasta creemos que estamos cometiendo un delito si reclamamos fuera de los cánones que nos impone una ley redactada por quienes violan nuestros derechos?
¿Será que nos falta esclarecimiento acerca de cuáles son nuestros derechos?
¿Será que lo que es aceptado por la mayoría nos hace sentir impotentes para reclamar lo que creemos genuino?
¿Será que no logramos establecer la relación que existe entre las acciones del poder establecido y nuestros sufrimientos sociales, y no sabemos quién es el culpable?
¿Será que no hay culpables, o que todos somos un poco responsables por acción u omisión?Tal vez una mezcla de todas estas cosas.
Pero, ¿cuál será el punto de inflexión, cuál será el momento en que lo aceptado y lo dado ya no se vea como tal, sino como la violencia de un derecho y entonces comience la rebelión?
Tal vez cuando haya una conciencia generalizada acerca de cuáles son nuestros derechos.
Tal vez cuando sepamos contra qué hay que luchar.
Tal vez cuando sepamos que la lucha tiene posibilidades de llegar a buen término.
Tal vez una mezcla de todas estas cosas, o tal vez simplemente cuando resolvamos que queremos vivir y en condiciones dignas.

La burocratización en la violación de los derechos humanos.

Si habitamos una casa y alguien nos despoja de ella, nos resultaría evidente que ese alguien está violando nuestro derecho. Si un gobierno estableciera por ley que determinado sector de la población no tiene derecho a comer, resultaría muy clara la violación de un derecho. Lo mismo ocurriría si nos despojaran por decreto del derecho a la salud o a la educación.
Sin embargo en este mundo complejo y globalizado, donde la toma de decisiones nace en círculos de poder que ya no tienen identidad ni asiento geográfico visible, y esas decisiones se transmiten por una maraña de circuitos por donde circula la presión económica, el poder político y el manejo de la opinión pública. En esa compleja interacción de factores muchas veces se violan nuestros derechos sin que sepamos muy bien de donde viene el latigazo ni quién es el responsable si es que lo hay, y entonces nos encontramos con que fuimos despojados del derecho a una vivienda digna, del derecho al trabajo, a la salud y a la educación, como quien es víctima de una inundación o un terremoto o algún otro flagelo de la naturaleza, fuera del control de la voluntad humana.
En la época del proceso militar argentino se puso en marcha un siniestro plan para la desaparición de personas; en muchos aspectos este plan era ejecutado por una infernal maquinaria en la que la toma de decisiones e implementación era burocratizada de modo tal que muchos participaban en ella sin sentir que cargaban con la culpa de estar asesinando a una persona porque sólo habían sido un eslabón en la cadena, procedimientos ya utilizados por la maquinaria nazi en el exterminio de judíos. Las culpas se diluyen entre muchos, y entonces nadie se siente (o trata de no sentirse) totalmente responsable.
En una de las famosas novelas de intriga policial de Agatha Christie, un grupo de personas se puso de acuerdo para asesinar a alguien a quien todos odiaban, pero ninguno quería cargar en su conciencia el peso de un homicidio; entonces decidieron darle un somnífero y cuando dormía en su camarote en plena oscuridad, todos alteraron sus relojes y en diferentes momentos le dieron una puñalada cada uno. De ese modo nunca nadie supo quien le había asestado la puñalada mortal ni quien había apuñalado a un cadáver, y todos se sintieron un poquito culpables, pero nadie en su totalidad.
Del mismo modo, el sistema económico y social es una maquinaria de destrucción burocratizada, en la que unos pocos ponen intensión de destruir y violar los derechos de las mayorías, mientras muchos intermediarios son ejecutores parciales. En este sistema individualista del sálvese quien pueda, cualquiera puede justificar su accionar para defender sus propios intereses, aunque con ese accionar perjudique a otro (algo así como la obediencia debida del proceso militar).
Hay quienes toman decisiones financieras en algún lugar del mundo, entonces aumentan las tasas de interés en otro lugar del mundo, entonces una empresa tiene problemas financieros, entonces debe despedir gente para poder subsistir, y mientras tanto un Estado desfinanciado, mitad por obra de los usureros, mitad por obra de los corruptos del gobierno, no tiene dinero para dar un subsidio al desempleado. Entonces el desempleado se explica su situación diciendo que como la economía anda mal él quedó desocupado y como el Estado no tiene recursos él quedó desprotegido, y no hay nadie que pueda hacer nada. Se vive la situación con impotencia y desconcierto, porque no se sabe bien como se origina ni quienes son y donde están los responsables.
Y este ejemplo es muy sencillo, porque en realidad los circuitos de la toma de decisiones son mucho más complejos. En definitiva, lo que intentamos decir es que al burocratizarse la metodología de violación de los derechos humanos, pasa lo siguiente:

· No caemos en cuenta que se están violando nuestros derechos.
· No tenemos claro quienes son los responsables de nuestra situación.
· No tenemos claro quién nos puede resolver los problemas.
· Sentimos que nuestro problema es nuestro, y no de la organización social, y por lo tanto lo debemos resolver aisladamente.

Estos conceptos son muy importantes, porque son el principio de la explicación del porqué mucha gente no se rebela frente a la creciente violación de sus derechos, y quienes intentan hacerlo no logran tener eficacia en su accionar.

No hay comentarios: