Existen algunas teorías que afirman que ningún cambio en la historia se logró sin el uso de la violencia. Estas teorías tienen tantas excepciones que lejos están de ser una verdad absoluta a nivel histórico.
En primer lugar podemos decir que muchos de los cambios logrados mediante el uso de la violencia, si bien sirvieron para derrocar algún tirano, éste luego fue reemplazado por otro tirano similar, aunque de diferente signo político. Por lo tanto cuando hablamos de cambios, hay que diferenciar entre los cambios que le hicieron un bien a los pueblos y aquellos que los dejaron igual o peor que antes.
En otros casos, aquellos que tuvieron la capacidad para derrocar un sistema, no tuvieron luego la capacidad para reemplazarlo por algo mejor e inclusive empeoraron las cosas.
Ocurre que muchas veces la decisión del uso de la violencia nace del resentimiento y por ello lleva dentro el germen de la destrucción y la intolerancia, y esa misma intolerancia luego se vuelve contra el mismo pueblo en el nombre del cuál se decía luchar, toda vez que ese pueblo disiente con las políticas del gobierno revolucionario.
La historia también es abundante en intentos fallidos de revoluciones violentas que terminaron con el exterminio de los revolucionarios, la tortura y la desaparición de personas, con lo cual se retrocedió en la voluntad de cambio de la sociedad en su conjunto. Los procesos latinoamericanos de la década del ’70, con la posterior desmovilización social de los 80, son un claro ejemplo de ello.
Por otra parte existen en la historia numerosos ejemplos de haber avanzado en transformaciones sociales a través de la lucha no-violenta: el boicot y la no cooperación de la India de Gandhi hasta independizarse de los ingleses y la lucha contra la discriminación a los negros en EEUU liderada por Luther King son los ejemplos más conocidos. Pero también podemos citar la lucha de los sindicatos a través de las huelgas que llevó a una sensible mejora en las condiciones laborales hacia la primer mitad del siglo XX. En realidad a diario tenemos ejemplos de lucha no violenta y del logro de objetivos en muchos aspectos del campo de los Derechos Humanos; el ejemplo de las madres de Plaza de Mayo en Argentina es todo un símbolo.
De modo que esa creencia de que sólo por medio de la violencia se obtienen las cosas, no tiene el menor asidero, y mucho menos en esta época en que el enemigo se ha hecho invisible detrás de la globalización.
Desde luego que cuando hablamos de enfrentarnos con el poder económico, muchos podrán decir que la cosa no será tan fácil, y que si no es por la fuerza del poder económico no va a ceder sus privilegios para mejorar la situación de los pueblos. Y en cierta manera tienen razón, porque no será pidiéndole permiso que el poder económico cederá posiciones, pero cuando se trata de fuerza, no necesariamente debemos identificar la fuerza con la violencia. Millones de seres humanos organizados son una inmensa fuerza que puede desarticular a los más poderosos sin necesidad de emplear la violencia, y lo que es más importante aún, minimizando la posibilidad de que los poderosos ejerzan violencia sobre los rebeldes.
Claro que para llegar a millones organizados, primero hay que llegar a cientos y luego a miles, y de eso se trata este asunto.
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